LA GARDUÑA, SOCIEDAD SECRETA DE DELINCUENTES.




En tiempos de Alfonso IX y San Fernando los delincuentes se organizaron en poderosas sociedades secretas de bandidos. Perseguidos, fueron desollados sin piedad. Más adelante, en las circulares de la Santa Hermandad en el siglo XV, y en las novelas picarescas de los siglos XVI y XVII se tiene noción de "cortes de milagros" que agrupaban a mendigos, delincuentes y minusválidos, en curiosa amalgama.

Tras la caída de Granada, se manifestó una extendida corrupción en los organismos judiciales y policiales. Todo eso debió coagularse en una peligrosa asociación secreta -la Garduña- que se mantuvo durante algo más de tres siglos y que prefiguró a la maffia.

Durante el reinado de los Reyes Católicos, algunos corchetes y jueces empezaron a admitir sobornos de delincuentes; también se produjeron frecuentes abusos de autoridad. La represión contra judíos y moriscos fue para ellos una ocasión de enriquecerse. Algunos corchetes falsificaban órdenes de detención, otros procedían al arresto y requisa de los bienes de judíos y moriscos. Los abusos proliferaron entre 1492 (expulsión de los judíos) y 1609 (expulsión de los moriscos).

El Estado no existía tal como lo entendemos en nuestros días. El feudalismo había caído y los nobles locales -los únicos que podían haber atajado estos abusos- estaban contra las cuerdas por una legislación que rebajaba sus privilegios y atribuciones. Como en todo período de asentamiento de una nueva forma de Estado, se produjeron conflictos y vacío de poder. Corchetes, leguleyos y jefes de bandidos supieron aprovecharse.

TRES SIGLOS DE SECRETO

Hacia finales del siglo XV la Garduña estableció su sede en Sevilla y unas décadas después, a la vista de lo boyante de sus negocios, trece hombres elegidos entre funcionarios corruptos y bandidos de fama, se reunieron en la capital andaluza para designar puestos de mando y establecer una jerarquía en la sociedad. Establecieron contraseñas para anunciar riesgos y transmitir mensajes aun estando presos.

Mendigos en un mercado Mendigos en un mercado. Grabado de la época.

A finales del siglo XVII, La Garduña había abierto sucursales en Sevilla, Madrid, Toledo y Valencia. Tenía colaboradores en otras ciudades; muchos de ellos, pasaban de provincia en provincia alertando sobre tal o cual golpe. Hasta principios del siglo XIX sobornaron e integraron en su organigrama a gobernadores, jueces, alcaldes e incluso prohombres de los gremios. Sus delitos eran los más audaces de la época: raptos, violaciones, secuestro de niños, petición de rescate, desvalijamiento de diligencias, cortijos, falsificación de moneda y asesinato por encargo.

EL PRINCIPIO DEL FIN

Como toda sociedad secreta que quiera seguir siéndolo, La Garduña no tuvo documentos escritos en los primeros siglos de existencia. El principio del fin derivó de la aparición de documentos de la sociedad secreta. En agosto de 1822 se descubrieron en una casa Sevillana los cadáveres de una muchacha secuestrada días antes, María de Guzmán, y los de sus tres asesinos y violadores. El dueño de la casa, un personaje influyente, confesó y delató a otros cómplices. Al parecer los tres secuestradores violaron y asesinaron a la joven sin autorización de su jefe, que les asesinó a su vez al enterarse que habían desobedecido sus órdenes. En la misma casa donde apareció el cuerpo de María de Guzmán se halló un texto manuscrito: la crónica de La Garduña. Los estatutos que jamás habían sido transcritos, las cuentas de la sociedad que nunca se llevaron a pergamino, y las actas de las tropelías sin contabilizar, amparadas durante siglos por el secreto; el error de los garduños ochocentistas fue pretender redactar una crónica "heroica" de su sociedad. Sus jefes fueron ajusticiados en la Plaza Mayor de Sevilla en noviembre de 1822. Se sabe que los mayores centros operativos se encontraban en Sevilla, Toledo, Madrid, Valencia, Jaén, Málaga y Córdoba. Jamás se sabrá el número total de afiliados; las crónicas de la época dan la cifra de hasta 26.000 entre hombres, mujeres y niños, a todas luces desmesurado. En 1825 desapareció por completo.

Delincuente Delincuente. Goya.

La leyenda y la realidad de La Garduña persistió durante todo el siglo XIX. En 1857, el Ministro de la Gobernación de la época, atacado por el Sr. Cánovas, declaró que los bandidos andaluces formaban "una vasta y formidable asociación que era preciso extirpar con energía". A mediados del siglo, delincuentes portugueses, juramentados, robaban en Iglesias castellanas. Zaragoza albergaba una sociedad de jugadores de azar; el tahúr que perdía todo su caudal recibía una pensión del resto de cofrades hasta que se recuperaba, curioso sistema que prefigura ciertos aspectos de la Seguridad Social. El 24 de octubre de 1865 el diario "El Universal" hablaba de una asociación de secuestradores que contaba con un Comité Directivo formado por personas de posición y rango. Se decía que el jefe de la tenebrosa asociación era un presbítero...

LA ORGANIZACION INICIATICA DE LA GARDUÑA

Desde el siglo XVI la Garduña estableció tres grados similares a los de cualquier otro gremio, aprendiz, compañero y maestro. El grado de aprendiz, por ejemplo, estaba compuesto por chivatos, coberteras y soplones. Los chivatos espiaban simplemente a personas, las coberteras, mujeres de mala vida, servían en casas nobles y los fuelles o soplones eran espías de avanzada edad y aspecto honorable. Este primer grado no tenía otra finalidad que la de espiar y dar informaciones que otros grados superiores aprovecharían con finalidades delictivas.

El segundo grado, podría decirse que era el de los ejecutores. Compuesto por floreadores, punteadores y guapos, los primeros eran asesinos a sueldo; sabían que si fallaban un golpe la Garduña los eliminaría. Los punteadores eran asesinos especialistas; los guapos, duelistas y espadachines mercenarios.

El grado, más elevado, finalmente, era el de dirección. La jerarquía máxima de la sociedad estaba presidida por un Gran Maestre o Hermano Mayor; los capataces eran los responsables locales y los ancianos tenían como misión recordar a los afiliados el reglamento y cuidarse de la administración.

El símbolo de reconocimiento eran tres puntos tatuados en la palma de la mano. Este símbolo ha pasado a la camorra italiana y, al mismo tiempo, es patrimonio de otras sociedades secretas como la masonería.

Free Web Hosting